Desde hace algo más de una semana ha empezado, por fin, a hacer buen tiempo en París. Sólo ahora comprendo cómo se ha ganado el nombre de Ciudad de la Luz. El invierno ha durado más de seis meses, demasiado para cualquiera que venga de Madrid para abajo. Y claro, ahora todo el mundo está encantado cuando sale a la calle. Los parques están llenos de gente tomando el sol, en mangas cortas, en camisetas de tirantes, incluso sin camiseta, aprovechando este tiempo que no se sabe cuánto durará. ¿Y si mañana llueve?
Mientras dure, cada vez más gente aprovecha para sacar la bici y abandonar el metro o el cercanías, que aquí se llama RER (léase: erre er, con la conocida erre francesa, por supuesto). Con el calor, los vagones se convierten en prisiones insanas y asfixiantes donde te ahogas cada mañana para ir a trabajar. Cuando en París hace 30 grados de temperatura media varios días seguidos hablan de canícula y las autoridades empiezan a preocuparse temiéndose que la gente muera. Si entras en el metro un día caluroso, lo entiendes inmediatamente. ¡¡¡No hay aire acondicionado!!!
Así que yo he decidido sumarme a los que cada mañana apuestan por airearse... aunque sea detrás del tubo de escape del autobus porque aquí lo del carril bici todavía no está muy extendido y la alternativa oficial nos obliga, en muchos casos, a compartir el de taxis y autobuses. Algo es algo.
Mapa de carriles bici en París (cortesía del ayuntamiento):
http://www.paris.fr/portail/deplacements/Portal.lut?page_id=401&document_type_id=5&document_id=5061&portlet_id=1261
14 junio 2006
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